En el siglo II a.c. Erastótenes de Cirene calculó el tamaño de la Tierra con bastante exactitud.

Un siglo después Hiparco de Nicea calculó el tamaño y la distancia de la Luna. Ayudó a establecer una nueva forma de entender el movimiento de las estrellas que aún usamos el día de hoy: Imaginó la Tierra en el centro y utilizó un sistema de coordenadas similares a la latitud y la longitud para medir las posiciones precisas de las estrellas.

Cabe aclarar que es probable que Hiparco se viera influido por los trabajos anteriores de los astrónomos babilonios que podían medir las estaciones y predecir acontecimientos astronómicos como los eclipses.
Siglos más tarde Nicolás Copérnico, basándose en las ideas de Aristarco de Samos, puso al Sol como el verdadero centro del universo.

Kepler, en 1609, utilizó mediciones a ojo desnudo para formar el modelo físico correcto del sistema solar.

Es recién por esas fechas que aparecen los primeros telescopios en los Países Bajos. Su invención concreta se le atribuye a Hans Lippershey (a su nombre figura la patenta más antigua conocida de 1608). Aunque estudios recientes apuntan a que el verdadero inventor podría haber sido el fabricante de anteojos Juan Roget unos 20 años previos a la patente de Lippershey.

A simple vista
El objeto más sencillo y no por eso menos hermoso es nuestro satélite natural: La Luna.
Casi todos notamos sus cambiantes fases y posiciones en el cielo a lo largo de las noches.

También hay cinco planetas del sistema solar que pueden ser vistos a ojo desnudo y son conocidos desde la antigüedad: Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno (La palabra Planeta proviene del griego y significa Estrella Errante)

Por supuesto, las estrellas están en el cielo cada noche. Y como el cerebro humano es muy bueno para identificar patrones se crearon los asterismo y constelaciones, esas agrupaciones convencionales aparentemente invariables que sirven para reconocer el cielo.
Cabe aclarar que la Unión Astronómica Internacional (UAI) definió con precisión 88 constelaciones a fin de organizar el firmamento.

Las estrellas accesibles a la visión humana son alrededor de 6000. Eso en todo el firmamento, por lo que el máximo aspirable de ver sería la mitad. Las estrellas no se reparten de manera uniforme, hay zonas con más riqueza de estrellas brillantes, algunas se atraen entre si por su gravedad mutua, formando cúmulos estelares de varios tamaños. Las Pléyades, en la constelación de Tauro, forman el cúmulo más brillante y compacto que se puede ver a simple vista.
Existen también algunas masas de gas radiante, denominadas nebulosas que se pueden ver sin necesidad de instrumentos. Posiblemente la más conocida sea M42, llamada normalmente Nebulosa de Orión.

Todos estos objetos son parte de la Vía Láctea, que también se ve en un buen cielo (no así desde la ciudad). Aparece como una banda ancha, pero tenue, que se extiende por todo el firmamento.
Objetos Extragalácticos
Hay cuatro objetos más para agregar en la lista de lo que se puede observar a simple vista y están más allá de nuestra galaxia. Los dos primeros son las Nubes de Magallanes.
Aunque las llamamos así, ya eran conocidas por los pueblos originarios del sur: Rvganko para los Mapuches que significa «El manantial donde el Indio lleva a beber sus caballos«. Para los Tobas era NeGeonak neqow´ka que significa «La Tierra Revuelta por el Conejo«.
Estas dos galaxias son satélites de la nuestra y sólo son visibles desde el sur.
La mayor se encuentra a 163.000 años-luz, la menor a 200.000 años luz.
Más lejos se encuentra la galaxia de Andrómeda a 2,5 millones de años-luz. La primer referencia existente data del año 961 por el astrónomo persa Azophi aunque se la consideró una nebulosa hasta que, en 1864, William Huggins observó su espectro, y no se parecía al que cabría esperar en un objeto nebuloso y sí al de uno hecho de estrellas.
El objeto más lejano que se puede observar a simple vista es la Galaxia del Triángulo a 2,8 millones de años-luz. Parece ser una galaxia satélite de Andrómeda (como las nubes de Magallanes lo son de la Vía Láctea)
Tanto la Galaxia de Andrómeda como Triángulo son difíciles de observar desde el hemisferio sur porque se elevan muy poco sobre el horizonte.
“El astrónomo aficionado tiene acceso todo el tiempo a los objetos originales de su estudio; las obras maestras de los cielos le pertenecen a él tanto como a los grandes observatorios del mundo. Y no hay privilegio como el de permitírsele a uno estar en presencia de un original”
Robert Burnham – Celestial Handbook
Fuente: nationalgeographic.es, astro.org.sv